martes, 13 de enero de 2009

ME LLAMO TEODORO

En mi último viaje a Lisboa, casualidades de la vida, acabé alojado en una calle vecina de la misma en la que tomé la fotografía que acompaña esta entrada: la rua de Eça de Queiroz, exponente de las letras lusas y uno de los grandes retratistas literarios de la ciudad.

Aprovecho pues para ilustrar con esa imagen un fragmento del libro que estoy leyendo estos días: "El mandarín".

"Me llamo Teodoro y fui escribiente del Ministerio del Reino.

En aquella época vivía en la Travessa de Conceição número 106, en la casa de huéspedes de doña Augusta: la espléndida doña Augusta, viuda del comandante Marqués (...)

Los domingos descansaba. Me instalaba en el diván del comedor con la pipa en la boca y admiraba a diña Augusta, que en los días de gudardar limpiaba con clara de huevo la caspa del teniente Couceiro. Aquel instante, sobre todo en verano, era maravilloso: por las ventanas entreabiertas penetraba el bochorno de la calle, los repiques distantes de las campanas de la iglesia de la Conceição Nova y el arrullo de las tórtolas del balcón (...)

No puedo negar que por aquel entonces yo era ambicioso. No es que mi alma loca aspirase a rodar alguna vez por la Baixa en un coche de alquiler, seguida por un recadero al trote; pero me punzaba el deseo de poder cenar con champán en el Hotel Central, de apretar la delicada mano de alguna vizcondesa (...)

Aún así, yo no me consideraba un paria. La vida humilde tiene sus encantos: en una mañana soleada, con la servilleta al cuello y ante un bistec a la plancha, es muy agradable desdoblar el Diário de Notícias; en las tardes de verano, sobre los bancos gratuitos del Passeio, se disfrutan idílicos placeres; y por la noche, en el Martinho, resulta delicioso tomarse un café a pequeños sorbos, mientras se escucha a los facundos oradores que injurian a la patria..."

"El mandadrín"
José María Eça de Queiroz

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