Tiene un encanto especial. Supongo que similar al de todas las ciudades con un comercio activo que, al llegar la Navidad, se lanzan a iluminar las calles con millones de lucecitas. De mi debilidad por la rúa Garret poco más puedo aportar, pero está preciosa de noche, con sus luminosos azules y rojos y los majestuosos Armazens do Chiado al fondo, reconvertidos en trono de Pai Natal.Pero no sólo el Chiado cambia de aspecto en Navidad, la Baixa es un cajón de sorpresas para grandes y pequeños. En torno a la columna de Dom Pedro IV, en el Rossío, uno puede pasear por las escenas del cuento de Navidad por excelencia, el Cascanueces.
A pocos metros de allí, la praça do Comércio se transforma en una luminaria abierta al Tajo, con hilos de luz que adornan las cornisas de todos los edificios oficiales y una lluvia de destellos que recorren sus fachadas pombalinas.
Partiendo de allí, y cruzando bajo el arco de la fama del Terreiro, uno accede a la rúa Augusta, reconvertida en Navidad en un enorme calendario de adviento, con 24 dinteles luminosos que, al atravesarlos, regalan al visitante el fragmento de una canción o un poema natalino.


