jueves, 18 de agosto de 2011

HÁ POESIA EM TUDO

"Há poesia em tudo: na terra e no mar, nos lagos e nas margens dos rios. Há a também na cidade -não o neguemos- facto evidente para mim enquanto aqui estou sentado; há poesia nesta mesa, neste papel, neste tinteiro; há poesia na trepidação dos carros nas ruas; em cada movimento ínfimo, vulgar, ridículo, de um operário que, do outro lado da rua, pinta a tabuleta de um talho".

(Fernando Pessoa)

"Hay poesía en todo: en la tierra y en el mar, en los lagos y en las riberas de los ríos. La hay también en la ciudad -no lo neguemos-para mí hecho evidente, mientras estoy aquí sentado; hay poesía en esta mesa, en este papel, en este tintero; hay poesía en el trepidar de los coches en la calle; en cada movimiento ínfimo, vulgar, ridículo, de un trabajador que, al otro lado de la calle, pinta el letrero de una carnicería".

(Fernando Pessoa)

* La imagen que acompaña a esta entrada corresponde a la mesa de Fernando Pessoa en el café Martinho de Arcada de Lisboa, en la que quizás escribió este texto. La he tomado prestada del blog de la Associação Fernando Pessoa.

miércoles, 17 de agosto de 2011

DE CALÇADAS PORTUGUESAS Y CHANCLETAS

Consejo veraniego para viajeros estivales: ibicencas, sandalias sueltas y chancletas varias no son demasiado compatibles con las cuestas y el típico adoquinado lisboeta, y menos, si uno pretende pasarse el día en la calle, desafiando a las torceduras y los trompicones.

Cierto es que el empedrado de Lisboa es una de las grandes imágenes que ofrece la ciudad y se ha convertido ya en una de sus señas de identidad. Habitualmente bien conservado y con una tradición urbanística de siglo y medio, su belleza ornamental se convierte en un engorro para los viandantes no avezados cuando las piedras están sueltas (no es lo habitual), sobresalen del puzzle convertido en acera a martillazos o cuando hablamos de una cuesta (recordemos que Lisboa está levantada sobre varias colinas y abundan las calzadas empinadas) y el uso continuado de la acera ha provocado un desgaste en el pavimento, que hace que, en ocasiones, las aceras resulten resbaladizas.

Dicho lo cual, también es cierto que en verano, como es de esperar, los lisboetas no se privan de chanclas y sandalias y que las portuguesas suben con destreza y en tacones la rua Garrett, en el Chiado. Así pues, que cada uno decida cómo quiere patear una ciudad, que invita a disfrutar y a sorprenderse en cada paseo. Pero ya que estamos hablando de empedrados, mencionaré que los hay incluso centenarios, como el de la plaza del Rossio, que incorporó este pavimento a principios del siglo XX. No obstante fue en 1842 cuando se empleó por primera vez, a iniciativa del entonces gobernador del castelo de São Jorge, Eusebio Pinheiro.

La calçada portuguesa, tal y como se conoce a este tipo de adoquinado, se ha exportado fuera de Lisboa y se utiliza también en otras ciudades de Portugal como Coimbra, Guimarães, Olivenza o Porto; al igual que en distintos lugares que fueron colonia lusa como Brasil o Macau. Además, lejos de ser un atractivo urbanístico del pasado, se sigue utilizando en la ciudad formando parte del pavimento de la nueva Lisboa, como es el caso del Parque das Nações construido para la Expo de 1998.