domingo, 23 de agosto de 2009

BACALHAU DE MIL MANERAS

Los lisboetas presumen de saber cocinar el bacalao de mil y más maneras. Yo nunca he llegado a probar tantas, pero es cierto que, sea cual sea, la forma de guisarlo está exquisito.

Emblema de la cocina portuguesa, el bacalhau (bacalao), no sólo ha jugado un papel de subsistencia gastronómica en la historia lusa sino que, además, -siendo un pelín exagerado, lo reconozco- podría atribuirsele el mérito de haber hecho posibles los grandes descubrimientos de los navegantes portugueses. ¿Cómo si no, de no haber sido por el bacalo, conservado durante meses en salazón, habría podido garantizarse el condumio proteínico de la tripulación en tan largas travesías?

Al margen del chascarrillo, lo cierto es que el bacalao está en la base de platos como las pataniscas, filetes rebozados con pimienta y cebolla; el sabroso, pero contundente bacalhau a brás, servido con patata, huevo, cebolla, ajo y perejil; o los simples bolinhos, una suerte de croquetas de bacalao; por no hablar del bacalhau com natas, el favorito de quienes frecuentan el Café Lisboa.

miércoles, 19 de agosto de 2009

LECTURAS PARA VIAJAR A LISBOA

No es una guía, pero es una manera distinta de pasear por las calles de la capital portuguesa, convertida en escenario de la novela de Antonio Muñoz Molina "El invierno en Lisboa". Un complemento, como otro cualquiera, para anticiparse a la próxima visita, ésta vez, con sonidos de jazz y siguiendo los pasos del pianista Santiago Biralbo.

La intriga de esta obra se fraguó hace ya unos años y le sirvió a su autor para llevarse el Premio de la Crítica y el Nacional de Literatura en 1988, aunque quizás algunos la recuerden por su adaptación a la pantalla grande.

domingo, 9 de agosto de 2009

LA FRANQUEZA, LA DULZURA, LA BONDAD...

"Ese todo de Gonçalo, la franqueza, la dulzura, la bondad, la inmensa bondad que ha señalado el padre Soeiro... Las llamaradas y entusiasmos que enseguida acaban en humo, a la vez que la mucha persistencia, mucha tenacidad cuando se aferra a una idea... La generosidad, la despreocupación, la constante confusión en los negocios, los sentimientos muy honrosos, unos escrúpulos casi pueriles... La imaginación que lo lleva a exagerar hasta la mentira y, al mismo tiempo, un espíritu práctico, atento siempre a la realidad útil.

La vivacidad, la capacidad para comprender, para captar... La constante esperanza en algún milagro, en el viejo milagro de Ourique, capaz de allanar las dificultades... La vanidad, el gusto por emperifollarse, por lucirse, y una sencillez tan grande que es capaz de dar la mano a un mendigo en la calle...

Un fondo de melancolía, a pesar de ser tan parlanchín, tan sociable. La terrible falta de confianza en sí mismo, que lo hace acobardarse, amilanarse, hasta que un día se decide y surge el héroe que lo arrasa todo... Así, todo entero, con lo bueno y con lo malo, ¿saben ustedes a quién me recuerda? A Portugal."

La ilustre casa de Ramires
José María Eça de Queiroz